Drayke Hardman adoraba el baloncesto y era un gran fanático del Utah Jazz, pero tenía miedo de ir al colegio. Había un compañero de clase que le hacía la vida imposible: lo acosaba y le pegaba desde hacía un año. La situación llegó hasta un punto en que, incapaz de soportar dicha situación, este chico de apenas 12 años una tarde decidió quitarse la vida .
Podríamos decir que la historia del pequeño Drayke es un relato más de las trágicas crónicas del bullying. Y, sin embargo, no lo es. Porque cada historia es única y cada drama familiar y personal abre un drama insondable difícil de imaginar. Pocos hechos son tan innaturales como la pérdida de un niño, pero el hecho de que suceda en estas circunstancias eleva la gravedad.
No podemos acostumbrarnos a estos datos. El acoso escolar y el ciberacoso se están llevando por delante la vida de cientos de jóvenes con edades entre los 11 hasta los 28 años. No es un fenómeno nuevo, pero el índice de suicidios aumenta cada año ante la inmovilidad de las instituciones, y la desesperación de muchos padres que viven de cerca esta realidad con total impotencia.
Explica Samie Hardman, la mamá de Drayke Hardman, que su hijo tenía un corazón de oro. Su personalidad era amable y dulce, le gustaba hacer reír a la gente y era pura bondad. Sin embargo, desde hacía un año lidiaba en silencio con un drama que lo iba superando poco a poco en soledad.
Este niño de 12 años de la ciudad de Tooele, en Utah, tenía un acosador en su clase que le amargaba la vida. Solo unos días antes había llegado a casa con un ojo morado. Él mismo explicó a sus hermanas que ese chico de clase que llevaba tiempo acosándolo, le había dado un puñetazo. La familia ya se había puesto en contacto con la escuela para intentar abordar el problema.
Sin embargo, el 10 de febrero, Drayke comentó a sus padres que esa tarde prefería quedarse en casa y no ir a la extraescolar de baloncesto. Esa misma noche, decidió poner fin a su vida, y aunque sus hermanas mayores lo encontraron aún con un leve hálito de vida, no pudo hacerse nada por él. Tristemente, este chico de corazón de oro falleció al día siguiente rodeado por el amor de su familia.
Pensemos que las escuelas son el primer contacto con la sociedad de los niños. Ese primer escenario es clave para asentar el tipo de persona que serán mañana. Una educación basada en la empatía, el respeto y la convivencia lo es todo. Y en ese objetivo todos somos decisivos: padres, madres y educadores.
No dejemos que ningún niño más acuda a clase con miedo. No permitamos que historias tan trágicas como la del pequeño Drayke vuelvan a repetirse.
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