Falacia del Pensamiento Único: Una Trampa Ideológica

Una de las trampas más comunes en el pensamiento ideológico, es la tendencia a la polarización, esa división de la sociedad en dos bandos opuestos que puja por la demonización del otro lado.

En el complejo mundo de las ideas políticas y sociales, esta peligrosa inclinación nos impulsa a la  búsqueda de una ideología "correcta" o absoluta, que es una utopía, una ilusión que nos aleja de la realidad y obstaculiza el progreso.

Plantearnos la existencia de una única postura política "válida", como a diario escuchamos, implica caer en una peligrosa simplificación de la realidad. 

Recordemos que la historia nos ha demostrado que las doctrinas, en su afán por detentar la verdad absoluta, han sido utilizadas para justificar la opresión, la violencia y el fanatismo. No hacen falta precisiones para entender mi idea.

Afirmar que existe una ideología perfecta que garantiza la honestidad y la ética es una falacia alarmante. Ningún sistema de pensamiento es inmune a la corrupción y al abuso de poder. De hecho, nuestra historia está plagada de ejemplos de líderes que, bajo la bandera de una ideología particular, han cometido atrocidades y corrompido las instituciones. Sea cual sea el color de tu ropa, se que estás asintiendo a lo que escribo.

Hoy podemos comprobar que creer en una ideología como única salvadora, nos ciega ante las fallas y contradicciones inherentes a cualquier sistema de pensamiento. Nos impide analizar críticamente las acciones de nuestros líderes y nos convierte en seguidores incondicionales, dispuestos a justificar cualquier acción en nombre de la ideología "correcta". Esta enseñanza nos la dieron al mundo, hechos tales como la violencia extrema post Revolución Francesa; la Alemania Nazi y el holocausto; el Macartismo en los Estados Unidos; los regímenes talibanes en Afganistán; Nos la diéron a los argentinos las guerras por la independencia y el caudillismo; los conflictos fratricidas entre Unitarios y Federales en la época de Rosas; o más aquí el Peronismo y sus diferentes corrientes internas; la dictadura militar; o la polarización en la que estamos actualmente inmersos.

La "trampa ideológica" a la que me he referido, es negocio de todo el abanico político.  Nos dificulta la construcción de una sociedad donde prevalezca el concepto, últimamente tan remanido, de "hombre de bien". Cuando nos aferramos a una ideología como la única verdad absoluta, tendemos a demonizar a aquellos que no comparten nuestras ideas, etiquetándolos como "malos" o "enemigos". Esta visión dicotómica del mundo nos impide reconocer la complejidad de la naturaleza humana y la posibilidad de encontrar la bondad y la ética en personas con diferentes perspectivas ideológicas. Un "hombre de bien" no se define únicamente por su adhesión a una ideología específica, sino por sus valores, acciones y carácter. Como aquel médico que, a pesar de tener ideas políticas contrarias a las nuestras, dedica su vida a salvar vidas y brindar atención médica de calidad a todos los pacientes, sin importar su origen o creencias. Ese médico, a pesar de no compartir nuestra ideología, encarna los valores de compasión, solidaridad y servicio al prójimo que son esenciales para construir una sociedad justa y próspera.

Para escapar de este engaño, es necesario cultivar el pensamiento crítico y la independencia intelectual. Debemos ser capaces de siempre exigir la exposición de ideas y propuestas políticas y evaluarlas de manera objetiva, sin dejarnos llevar por dogmas o fanatismos. Es fundamental fomentar el diálogo y la tolerancia entre personas con diferentes perspectivas ideológicas, porque solo a través del debate abierto y respetuoso es que podremos construir nuestra sociedad más justa y próspera.

La trampa ideológica no solo nos limita en la búsqueda de un sistema político perfecto y en la construcción de una sociedad donde prevalezca el "hombre de bien", sino que también tiene graves consecuencias en la alternancia en el poder, en la administración pública de lo ajeno y en la cristalinidad de las promesas de campaña y las justificaciones pos mandato .

Aunque sería saludable que la duración en el poder de un líder o grupo político, no estuviera directamente relacionada con su adhesión a una ideología específica, sino con sus acciones y su capacidad para responder a las necesidades del pueblo, no es lo que hemos visto en nuestra historia, donde hubo gobiernos que implementaron políticas corruptas y antiprogresistas, y a pesar de tanto mal ocasionado, han tardado en perder el apoyo popular.

El gobierno que, sin importar su ideología, trabaje por el bienestar del pueblo, promueva la justicia en su sociedad además del desarrollo económico, debiera ser el que tenga mayor probabilidad de mantenerse en el poder,  porque  la clave de los buenos gobiernos no reside en la ideología, sino en la ética, la competencia y la capacidad de gestión de sus líderes.

Por otra parte, cuando los administradores se aferran a una ideología como la única verdad absoluta, tienden a justificar todas sus acciones, bajo el pretexto de que son coherentes con su ideología. Esta falta de transparencia y rendición de cuentas abre la puerta a la corrupción y al abuso de poder.

Hay que tener presente que la rendición de cuentas es un principio fundamental en la administración de lo ajeno. Esta obligación de los administradores de informar sobre sus acciones y decisiones a los administrados, y de responder por las mismas que hoy debe apoyarse en las herramientas tecnológicas disponibles para mejorar la transparencia y oportunidad de esa rendición. La tecnología debe facilitar el acceso a la información por parte de los administrados, permitir un seguimiento más eficiente de las acciones de los administradores y crear mecanismos de participación ciudadana más efectivos.

Este fenómeno complejo y sutil que puede obstaculizar el progreso y la unidad en una sociedad diversa, es una constante en el ámbito de la política. Tanto en los discursos de ascenso al poder como en los argumentos de defensa de las políticas instrumentadas, los políticos suelen caer en el engaño de presentar su ideología como la única verdad absoluta y demonizar a sus oponentes. Esta visión binaria del mundo les permite justificar cualquier acción, bajo el pretexto de que son coherentes con su ideología.

Tanto el político que durante su campaña electoral promete un cambio radical en el sistema económico y que ya en el poder se ve obligado a modificar sus políticas debido a las presiones de los mercados financieros o la oposición de grupos poderosos; como el ex funcionario público que, tras ser derrotado en las elecciones, critica duramente las políticas del nuevo gobierno, acusándolo de ser incompetente, corrupto y de estar destruyendo el país o que  no ofrece soluciones alternativas a los problemas que critica; ambos, en lugar de proponer ideas constructivas, se limitan a atacar a sus oponentes y a defender a toda costa su propio legado.

La trampa ideológica es una herramienta peligrosa que utilizan los políticos para manipular a la opinión pública y justificar sus acciones. Es importante que los ciudadanos seamos conscientes de este ardid y no nos dejemos engañar por discursos simplistas y polarizantes.

Debemos exigir a nuestros líderes que sean transparentes, rindan cuentas de sus acciones y estén dispuestos a cambiar de rumbo cuando sea necesario, sin recurrir a la trampa ideológica para justificar sus errores.Solo así podremos construir una democracia más justa y transparente, donde la ideología no sea un obstáculo para el diálogo, para la colaboración y el progreso.

Juan Carlos Rizo Avellaneda


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